Un Hombre Frente a una columna de tanques
Si algo la humanidad posee es su fragilidad de memoria, y más ante la violencia injustificada ya que nada justifica que a un hombre lo ejecuten, solo por manifestarse y querer tener honor.
Honor, códigos, palabra dada, esta generación desconoce e plano este significado,o al menos gran parte de ella.
Cuantos de ustedes conocen esta historia de vida.
Una imagen dio la vuelta al mundo hace dos décadas: la de un hombre impávido plantado frente a una columna de blindados en la avenida pequinesa de Chang’An, en una conmovedora protesta individual horas después de que cientos de jóvenes murieran bajo las cadenas de oruga y los proyectiles de esos acorazados.
La imagen fue captada el 5 de junio de 1989 por al menos tres fotógrafos desde los balcones del Hotel Beijing, junto a la plaza de Tiananmen: los estadounidenses Jeff Widener, para la agencia Associated Press (AP), Charlie Cole, para la revista Newsweek, y el británico Stuart Franklin, de Magnum, para la revista Time.
«El hombre solitario me va a fastidiar la composición de la foto«, pensó Widener, hoy con 52 años, antes de congelar la gesta del desconocido, según ha explicado en una visita a Pekín.
Las cadenas televisivas CNN y BBC captaron también a aquel joven un poco melenudo, que parecía venir de la compra y que de pronto afrentó al tanque, le cortó el paso y se encaramó a su torreta para hablar con el soldado de dentro, hasta que tres hombres se lo llevaron y fue engullido para siempre por la Historia.
El más buscado
En la foto de Widener, el chino más buscado por los corresponsales en cada aniversario de la matanza lleva una bolsa y una chaqueta en la mano izquierda, y en el ángulo inferior derecho se ve parte de una farola de Chang An, la avenida de la Paz Eterna.
Era mediodía. «Cuando los tanques entraron en Chang An, esperaba que dispararan a ese hombre, pero no lo hicieron. Recuerdo que le dije a Kurt, ‘este tipo está loco, lo van a matar».
Kurt, o Kirt, recuerda, fue el estudiante americano que le dejó usar su habitación, en la sexta planta, y que, burlando la presencia policial, consiguió llevar el carrete de Widener, oculto en su ropa interior, hasta la oficina de AP: «No he vuelto a saber nada de él. Me gustaría agradecer lo que hizo, porque sin su valiente ayuda el mundo nunca habría visto la foto».
Desde la noche de la matanza, Widener, entonces editor para Asia en Bangkok, había tenido problemas: se quedó sin baterías para su flash justo al empezar los disparos, y una piedra perdida lo golpeó en la cabeza dejándolo conmocionado durante más de un día.
Sin premio
«Sólo disparé tres veces», recuerda Widener, a quien todavía le escuece que esa foto no le diera el Pulitzer de 1990, para el que quedó finalista.
Mejor fortuna tuvo la de Charlie Cole, ya que la imagen le valió un World Press Award en el 89.
«Tomé la foto con una Nikon y una lente de 300 milímetros, desde un balcón que estaba muy lejos, a unos 200 metros de la escena», desde la habitación de Stuart Franklin, en la octava planta del hotel, explica Cole, de 54 años.
En cuanto a la suerte del hombre del tanque, que algunos medios llegaron a identificar como un tal Wang Weilin, el tejano asume que se lo llevó la Policía secreta y fue ejecutado.
Aunque otras fuentes señalan que, de ser así, el Gobierno habría dado una publicidad ejemplar a su ejecución, negada por el presidente Jiang Zeming.
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